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¡Mami, ya no quiero más azakot! ¡Quiero dormir!

Aryeh Kalderon
Escrito por Aryeh Kalderon
14 de junio 2025
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“¡Mami, ya no quiero más azakot! ¡Quiero dormir!” eso fue lo que Hadassa me contó esta mañana de Shabat. Lo dijo Danielito, mi sobrino de seis años. Dulce, curioso… y como tantos otros niños en Israel, aprendió demasiado pronto lo que es una alarma.

🎠 Un juego convertido en rutina

Hasta hace poco, Danielito amaba las azakot, esas sirenas que anuncian que un misil viene en camino 🚀. Para él, eran parte de un juego. En su gan, el jardín de infantes, cuando sonaba la alarma, los niños salían corriendo al miklat, el refugio, y alguien ponía música divertida 🎶. Empezaba la carrera 🏃‍♂️, los gritos, las risas. “¡Vamos a jugar a las azakot!”, decían. Era como jugar a las escondidas… pero con adrenalina.

Y es que en Israel, aprendimos a sobrevivir con una sonrisa puesta. A normalizar lo que nunca debería ser normal. Durante años, los misiles llegaron desde Gaza. Luego vinieron los ataques desde Líbano, los drones desde Siria, las amenazas desde Yemen. Cada frente con su nombre, cada milicia con su bandera. Y en medio de todo eso, los niños fueron aprendiendo que correr al refugio era parte de su día a día. Una sirena. Dos. Una historia más para contar.

Y sí… vivimos mucho antes. Vivimos sirenas que no dejaron de sonar, días en los que ya no se distinguía la noche. Pero esta vez fue distinto. Esta vez, no vino desde Gaza. Ni desde Líbano.

💔 El día en que el juego se rompió

Todo cambió el viernes por la madrugada. Ya no fue una alarma. Fueron muchas. Una tras otra. Y después, más. Durante horas, todo Israel vivió al ritmo del miedo. Padres cargando a sus hijos dormidos, corriendo en pijama al miklat. Madres conteniendo el llanto en la oscuridad. Dos noches sin dormir. Dos noches en las que el corazón no tuvo descanso.

Y al amanecer, Danielito ya no quiso jugar. Se levantó despeinado, con los ojos hinchados, medio enojado. Como si la guerra se le hubiera metido en los sueños.

—“¡Mami, ya no quiero más azakot! ¡Quiero dormir!”

Eso dijo. Y lo dijo con una seriedad que no debería estar en la voz de un niño de seis años.

🌍 Esta vez, la amenaza cruzó fronteras

No eran ecos de una guerra en otra frontera. No eran disparos de una milicia improvisada. No eran amenazas vacías. No eran advertencias. Eran misiles reales. Directos. Aquí. Ahora. Desde un régimen que, durante décadas, ha soñado con destruirnos. Y que ahora, simplemente, lo intenta.

📞 Un nudo en la garganta

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Cuando colgué la llamada, me quedé quieto y pensativo. Es fácil contarlo, incluso escribirlo… pero vivirlo no es lo mismo. Se me hizo un nudo en la garganta. Pensaba en Hadassa, en Gustavo. En cómo lo estarán llevando. ¿Qué hacen cuando los chicos preguntan cosas que no tienen respuesta?

Y entonces pensé en Daniela, la hermana mayor. Tiene diez años. Atenta, despierta, con esa forma tan suya de mirar el mundo sin miedo. No se le escapa nada. Si algo no le cierra, lo pregunta. Y si algo la inquieta, lo dice. Así, sin vueltas.

No aguanté y la llamé de nuevo. Esta vez, con preguntas más directas. Le pregunté si Danielita sabía lo que estaba pasando.

Hadassa me dijo que sí, sin dudar. Que no le había ocultado nada.

Yo le insistí —¿por qué? ¿No era mejor protegerla?

Y ahí, como quien no quiere decir nada especial, soltó una frase que se me quedó grabada:

"Si intento ocultarle algo, me lo va a decir en la cara. Danielita es pilla, me va a mirar con esos ojos que lo ven todo y me va a preguntar por qué le mentí. Prefiero que escuche la verdad de mí... antes que escucharlo en un video de TikTok. Porque hoy, Aryeh, ya no se puede ocultar nada, helloooo, estamos en el 2025.”

🎭 De juegos y verdades

Antes, mis sobrinos jugaban juntos a las zakot. Era su rutina loca, su secreto de hermanos. Pero ahora… no. Ahora Danielita está asustada. No lo dice llorando, no hace escándalo. Pero lo ves. Lo ves en su silencio. En cómo se queda callada cuando escucha un ruido. En cómo abraza a su hermano sin que él lo note.

Y Gustavo, su papá, hace magia. Literalmente. Es mago. Siempre lo fue. Y también en casa. Con una historia, con una broma, con un abrazo bien dado. Pero esta vez, ni sus trucos alcanzan. Porque por más que intente distraerlos, la guerra no desaparece con un “abracadabra”.

🕯️ Lo que no se enseña en los manuales

Antes de despedirnos, Hadassa me dijo algo que todavía ronda en mi cabeza. Fue bajito, casi como pensando en voz alta:

“No sé si lo estamos haciendo bien. Estas edades son tan importantes para ellos… pero bueno, lo estamos intentando.”

No respondí. Solo escuché. Porque a veces, no hay palabras que mejoren el silencio.

Y pensé en todos los padres y madres de nuestro Israel. En quienes esta semana durmieron con la ropa puesta, con un ojo abierto. En quienes se inventan cuentos a medianoche, cocinan en la penumbra, inventan magia sin tener capa. En quienes, como Hadassa, hacen malabares entre decir la verdad y cuidar la infancia.

Nadie les enseñó cómo se cría un hijo en un país en guerra.

Pero lo están haciendo.

Y eso también es una forma de milagro.

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