
No nos damos cuenta de lo importante que es estar comunicados hasta que la comunicación falla. Si todo
anda bien es lo normal.
No sé si alguna vez les ha pasado lo mismo que a mí, que se me ha
puesto negra la pantalla del teléfono y no se ve ni para prender, ni para apagar. Me pasó un par
de veces hasta que aprendí cómo restablecer la luz (or). Al señor que cuido también
le pasa con frecuencia y me pide auxilio. Ya me he vuelto una experta en arreglarlo, aunque no es fácil
(kal) porque no se ve nada y no se puede encontrar el ícono para oprimirlo. Ya aprendí a ponerle
luminosité en francés, que es el idioma en que tiene su teléfono.
El otro día
tenía una reunión de Zoom y estaba verificando la app. Resulta que por error puse el zoom del teléfono,
que es diferente, porque sirve para ampliar los íconos y los amplió tanto que quedé
totalmente incomunicada. No podía prender, ni apagar, ni llamar, ni contestar. Y no sabía qué
hacer. No podía buscar un tutorial para solucionar.
Lo más grave es que he tenido que
aprender tantas cosas, que no me había aprendido los teléfonos de memoria. Esto complicaba las
cosas, pues no podía ir donde un vecino (shajen) a llamar por teléfono.
Se me ocurrió
acceder a WhatsApp desde el computador (majshev) o por mail enviarle un mensaje a mi hija o a mi esposo y cuando
los duendes se confabulan, es extraño, pero tampoco me funcionó. Estaba bloqueado y yo estaba tan
concentrada en la tecnología, que no se me ocurrió escribirle una nota a mi esposo diciéndole
que había salido a arreglar (letaken) mi teléfono para que no se preocupara. Estaba totalmente
incomunicada y tan bloqueada como el celular y el computador (makshev).
Fui donde mi hija, pensando en que
ella o su esposo, muy cibernéticos, me pudieran ayudar, o al menos para avisarle a mi esposo que me iba
al sitio que me recomendó mi hija, donde me han arreglado el teléfono. Era para que estuviera
enterado y no se preocupara, porque el sabía que a esa hora que él llegara, yo estaría en
la casa. Me dirigí adonde mi hija, pensando que ya estaba a mitad de camino de solucionar mi drama cibernético,
y la calle estaba cerrada y no pude pasar. Como no tenia Waze no sabía ir por una ruta diferente a la que
conozco. Pensé en Caperucita Roja. En algún momento invoqué al Chapulín Colorado, y
ahora quién podrá defenderme? Y pensé pasar donde mis amigos mexicanos que viven cerca y
tienen nuestros teléfonos en su celular.
Iba camino adonde los muchachos que me han arreglado el teléfono
otras veces, cuando me empezó a sonar. Yo oía ring ring ring, pero eran tan grandes los íconos
que no podía contestar. Yo sabía que era Reuven, así que me devolví hacia la casa
para que no se preocupara si no me encontraba y sin haber podido avisarle nada. Le conté lo sucedido y me
dijo: por qué no fuiste donde los muchachos a qué te lo arreglaran? En mi mente le contesté:
para que tu no te preocuparas por saber donde estaba yo.
Finalmente me acompañó al consabido
lugar y en el camino yo pensaba que iba a tener que cambiar de teléfono, que si lo salvaría, que
la información, en fin todo lo que uno piensa cuando los duendes de la tecnología atacan.
Llegamos
al sitio (makom) y después de intercambiar saludos, el hombre me dijo algo como shloshá, tratando
de explicarme que pusiera 3 dedos sobre la pantalla del celular y fue como magia, los íconos retornaron a
su tamaño original y el teléfono volvió a su curso normal. Más me demoré yo
en explicarle que él en resolver. Lo primero que hice cuando volví a estar comunicada con el mundo
(olám) alrededor, fue aprenderme el teléfono de Reuven y el de mi hija, porque no podemos
atenernos a la tecnología.
Cuando entré al Zoom, ya mi teléfono estaba arreglado. Yo
debía hablar unas palabras acerca de mi alyah para apoyar a la encargada de la Klitá que tanto nos
ha ayudado en este proceso. Estuve presente toda la presentación y al final cuando me tocó hablar,
no me escuchaban, ni me encontraban. Mi teléfono ya estaba bueno y el asunto no era con la aplicación
del Zoom, sino con el zoom del teléfono, pero ya todo había regresado a la normalidad. Eso parecía,
pero se desconectó la reunión y no me dejaba entrar, yo sólo oía Marlene, Marlene,
estás ahí y yo contestaba que si, pero no me oían. Se había terminado el tiempo del
Zoom y tuve que tragarme mis palabras. No me dejaba conectar, no porque mi celular fallara (ya estaba todo
resuelto), sino porque se había terminado el tiempo del Zoom. Como ven fue un día muy zoom zoom…
que escrito con ese (s) y con u (sum sum sin acento al final) porque en los restaurantes de comida thai no
entienden que significa ajonjolí.