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Crómicas de Shabat: Un cambio de Luz

Marlene Manevich
Escrito por Marlene Manevich
Notiolei 702
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Me crié en un país tercermundista. Esto significa que éramos un poco más atrasados y la tecnología llegaba más tarde (mehujar). Las películas, la moda, pero nosotros siempre estábamos al día. Íbamos a Miami una vez al año (shaná) y nos actualizábamos Siempre estábamos a la vanguardia de lo que se usaba y se veía, pero sabíamos que todo nos llegaba más tarde.
Es un país de gente maravillosa (niflá). Como en todas partes, hay de todo. Los hay buenos y no tan buenos. Algunos nos representan bien y otros nos hacen dar vergüenza. Es un país de lindas paisajes y exhuberante naturaleza. Yo crecí cuando las carreteras (cvishim) eran de una sola vía, no como en casi todos los países que tienen varios carriles de ida y otros de venida. Hemos progresado, pero falta.
En Israel, este país del primer mundo se vive diferente. Todo es tecnología.
La verdad es que extraño muchas cosas de Colombia. Extraño a mi familia, a mis amigos. Algunos lugares adonde íbamos y que me traen recuerdos (zijronot)
No extraño la inseguridad, ni los problemas sociales, ni la inflación. Tampoco la guerrilla, que la he vivido aquí con otro estilo. Hay muchas cosas a las que uno se acostumbra fácil a vivir sin ellas, y dejarlas, sólo produce alivio. Por ejemplo aquí se ve ocasionalmente gente pidiendo limosna en los semáforos y allá era el
pan nuestro de cada día. Tampoco se ven jóvenes limpiando los vidrios de los carros, que por lo general no están sucios. Allá no preguntan si el conductor está de acuerdo con el hecho de que le limpien el vidrio panorámico. Simplemente se abalanzan sobre el carro con el cambio de luz del semáforo (ramsor) y hasta que cambia a verde (iarok), hacen su trabajo de limpieza y cobran su sueldo. En la ciudad donde vivo no se ven nunca, pero el otro día me llamó la atención ver a unos acróbatas lanzando cosas al aire y me sentí más colombiana que nunca. A esos muchachos de los semáforos no los había llegado a extrañar, ni tampoco a los que hacían piruetas y lanzaban cosas al aire. Es como una especie de Cirque de Soleil callejero a un precio más módico. La boleta es la gratificación que se da en dinero, por haber apreciado el show en el cambio de semáforo. En todo caso me pareció extraño observar esa escena tan colombiana en un país del primer mundo. Lo que más me impactó fue que estando en Modi’in, me sentí como en una calle (rejov) muy colombiana y los artistas hablaban en hebreo, así que no eran importados de mi Colombia o Locombia, como le decimos cariñosamente a ese país loco, lleno de magia de maravillas naturales y de gente especial 💜

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