
Íbamos rumbo a Praga y en el aeropuerto sonó la alarma, como para despedirnos de los hutíes y no perder la costumbre de ir al refugio. Salimos del refugio (miklat)como salimos siempre a continuar la vida y nos dirigimos a la sala para abordar el avión.
En Praga disfrutamos de unas cortas, pero agradables vacaciones.
Escritores como Kafka y Milán Kundera son oriundos de la ciudad de las Mil Torres y el escultor David Cerny ha dejado enclavadas sus estatuas en edificios y otros sitios callejeros como testigos de ese arte que se respira en sus calles. Tiene figuras como un caballo al revés, un hombre colgado entre dos edificios, que dicen que es Freud, los bebés gigantes y otras obras que son fuera de lo común y en algún momento causaron revuelo.
Entre las curiosidades que visitamos, estaba un restaurante que resultó ser demasiado original. Subimos unas escaleras y vimos unas mesas alargadas con carrileras encima, en vez de manteles. La primera impresión que tuvimos fue observar las bandejas deslizándose y avanzando por unos rieles. Cuando nos sentamos, nos dimos cuenta que ese era el sistema de servir. Había muchos trencitos pequeños que transportaban bebidas y comida. Las bandejas eran de la medida exacta de los vagones. Los meseros hacían el pedido y de ahí en adelante los trenes digitalizados paraban en cada lugar de las mesas donde los comensales esperaban su comida. Es de lo más original que he visto en mi vida. He conocido restaurantes muy locos y sui genéris, como Los Comerciales en México, donde los meseros atendían en patines; creo que por eso tuvieron que cerrar, pues cada caída de un mesero con algunos platos encima, significaba pérdidas para el restaurante. Otro restaurante original, es Andrés Carne de Res, que empezó en Bogotá y ahora hay varias sucursales en distintas ciudades. Hacen shows y aparecen comparsas que desfilan entre las mesas sorprendiendo a los comensales; hay buena comida, buena música, decoración especial y tiene la particularidad de que la gente baila encima de las mesas. Pero trenes transportando la comida no había visto nunca.
Como todos los turistas que visitan Praga, estuvimos parados mirando hacia arriba el minutero para que fuera la hora en punto y pudiéramos ver el show que dura unos minutos. Cientos de personas con los ojos puestos en ese reloj imparable que es el reloj astronómico de Praga.
Visitamos muchas de las curiosidades que alberga esta linda ciudad con su arquitectura tan buen conservada. La Fortaleza, el castillo, la casa danzante y otros sitios de interés. Torres de muchos colores y cúpulas hermosas rodean la ciudad.
Comimos muy bien, probando las delicias de la cocina checa, y en las vitrinas admiramos ese cristal checo que me recuerda mi infancia en muchos de los adornos que mi mamá tenía exhibidos en la casa. No aguantamos la tentación de llevarnos un florero pequeño como recuerdo de este viaje y además para recordar parte de esa decoración que tenía mi mamá y que no pude traerme como recuerdo cuando hice aliá, por razones de peso.
Caminamos por el puente de Carlos y navegamos por el río Moldavia, degustando un delicioso almuerzo. Recorrimos muchas callecitas estrechas llenas de cafecitos y de flores adornando las ventanas.
Fuimos al casco viejo, la parte más antigua de la ciudad que está llena de historia, recorrimos el barrio judío
donde hay sinagogas muy antiguas y también hay un cementerio. Hay muchas tumbas apiladas unas contra otras en las que los muertos parecen ser testigos mudos de esa triste historia que sacudió a Europa durante el Holocausto.
Nos faltó tiempo para ir a otros lugares como Terezin, que alberga tristes recuerdos de vidas que fueron exterminadas solo por ser judías.
Mientras íbamos caminando a uno de los lugares turísticos, le pregunté a un señor por una dirección y por la actitud y la prisa con la que se dirigía a un sitio cercano, me di cuenta que iba a la marcha palestina que alcanzamos a divisar a cierta distancia. Menos mal no me invitó a acompañarlo.
Yo creía que el hebreo es un idioma (safá) muy difícil y todavía lo creo, pero el checo le hace competencia. Muy poca gente habla inglés y es difícil comunicarse con los taxistas. Algunos ni siquiera sonríen que es el idioma universal para entendernos unos con otros.
Coincidimos en nuestro viaje con unos queridos amigos de Modiin, con quienes pudimos compartir algunas de nuestras aventuras, como el día que nos subimos a un taxi equivocado que coincidía con los datos del Uber, que habíamos pedido. El carro era azul y el conductor se llamaba Martín y en la mitad del camino nos dimos cuenta que era otro Martín, quien muy cordialmente nos invitó a bajarnos del taxi. Por esa misma calle vimos el Uber del otro Martín, que negaba ser conductor de Uber y llamarse Martín, hasta que lo alcanzamos en el semáforo y al mostrarle la foto con el pedido, nos gritó que lo dejamos plantado 5 minutos y que ya no nos iba a llevar. Caminamos hasta la estación del
metro mas cercana, que no era tan cercana. Tuvimos que caminar mucho, pero llegamos al hotel sin ninguno de los dos Martín.
Lo más emocionante fue subirnos al avión (matós) de regreso y escuchar el anuncio que dio la azafata de que los jatufim (secuestrados) serán entregados. Se oyó un aplauso unánime de todos los pasajeros, con un mismo sentimiento que es el que se vive hoy en Israel. 🇮🇱
