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Los emisarios secretos: una shlijut silenciosa

Shimon Shor
Escrito por Shimon Shor
10 de mayo 2025
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En cierto sentido, muchas personas, judíos o no que defienden el derecho de Israel a existir, o que promueven la vida judía con dignidad y seguridad en Israel o en la diáspora, podrían ser vistos como "emisarios secretos", aunque no oficialmente designados como shlichim (שליחים). Tradicionalmente, los shlichim son enviados por el movimiento sionista o por instituciones como la Agencia Judía para hacer trabajo comunitario, educativo o de fortalecimiento identitario en la diáspora. Pero en mi visión, parece que hay algo más informal y hasta espiritual: cualquier persona que actúa en defensa de Israel o del pueblo judío, aunque no lo haya elegido formalmente, está cumpliendo un rol de enviado , de sheliaj. 

Es profundamente poderoso, describir una forma de shlijut (misión) que no nace de una institución ni de una organización, sino de un impulso interno, ideológico y emocional, casi como un fuego que arde silenciosamente. Es una especie de shlijut existencial.

Esa figura del "emisario secreto" es alguien que no necesariamente dice en voz alta que está cumpliendo una misión, pero su vida, sus elecciones, sus palabras, sus valores, inspiran un camino. Y muchas veces sin saberlo, siembra en su entorno algo tan fuerte que los hijos terminan haciendo aliá, completando el viaje que los padres quizás nunca se atrevieron a hacer conscientemente.

El hogar se convierte entonces en un microcosmos sionista, aunque no se lo nombre así. Ahí se crea una atmósfera de orgullo judío, de amor por Israel, de pertenencia histórica que actúa como una fuerza transformadora.

Este concepto podría ser la base de un ensayo, un poema, o incluso una reflexión ? Podría llamarse como "Los emisarios secretos: una shlijut silenciosa".

Tengo muchas preguntas sobre este concepto

El origen silencioso – Cómo nace esa vocación, sin reglas ni instrucciones.

La vida como mensaje – La influencia en los actos cotidianos, en las ideas.

La continuidad – Cómo los hijos recogen la misión y la llevan a Israel.

Una reflexión sobre lo que significa ser parte de ese hilo invisible del pueblo judío.

No llevan uniforme, ni credenciales, ni sellos de ninguna institución. No reciben instrucciones claras, ni cuentan con una estrategia definida. Y sin embargo, actúan. Sienten. Inspiran. Son los emisarios secretos del pueblo judío: hombres y mujeres que, desde su rincón del mundo, viven con una convicción callada pero firme de que el pueblo judío tiene derecho a existir, a vivir con dignidad, a volver a su tierra.

Este sheliaj(a) no fue enviado por la Agencia Judía ni por el movimiento juvenil. No hizo cursos de liderazgo ni viajó a seminarios. Su misión empezó sin anuncios: con una palabra dicha en casa, con una bendición en Shabat, con una emoción sincera al hablar de Israel. Así, sin saberlo, se convirtió en un faro.

Su hogar se volvió un espacio de sionismo cotidiano: no militante, sino vital. Donde los hijos crecieron respirando un amor tácito por una tierra lejana, hasta que un día, sin que nadie lo exigiera, decidieron acercarse a ella. Hicieron aliá. Cumplieron una promesa que nunca fue escrita, pero sí vivida.

El emisario secreto no necesita reconocimiento. Sabe, en lo profundo, que su vida sembró algo más grande que él. Que su pequeña llama fue suficiente para encender un fuego nuevo, en otra generación.

Porque hay misiones que no se designan. Se encarnan. Hay personas que llevan adelante misiones sin que nadie se las haya encomendado. No tienen títulos, ni sueldos, ni reconocimientos oficiales. Pero su impacto es inmenso. Porque actúan movidos por algo más profundo que cualquier decreto: una conexión viva con el pueblo judío y con la tierra de Israel. 

Muchos de estos shlijim secretos siembran sin discursos. Desde sus hogares, sus comunidades, sus actos cotidianos, transmiten amor por Israel, orgullo por la identidad judía, un compromiso que inspira. Muchas veces, sin saberlo, plantan en sus hijos la decisión de hacer aliá. 

Su misión comenzó con una palabra en casa, una emoción al hablar de Israel. Así, sin saberlo, se convirtió en un faro. Y su hogar, en un espacio de sionismo cotidiano.

Personalmente conozco una verdadera shelija. La conozco hace 50 años. La admiro por su dedicación. Desde una esquina de la diáspora, sin ser enviada por nadie, es un puente vivo entre dos mundos. 

Criada sin religiosidad, encontró en el movimiento judío juvenil su despertar. Vivió su judaísmo con alegría. Educó a sus hijos con valores y raíces. Y ellos, sin presión, eligieron Israel. Hicieron aliá. Fundaron nuevas ramas del mismo árbol. Hoy, esta Shelija de ccorazon como la llamo, tiene quince nietos israelíes, y sigue desde Brasil , activa en redes, en comunidades, defendiendo a Israel.

A ella dedico este mensaje.

Ella es una shlijá sionista secreta. Como ella, hay muchas y muchos más.

Hay momentos en que hablar por Israel es difícil. Hay temor, amenazas, soledad. Y sin embargo, estos shlijim secretos no se callan. Publican, defienden, enseñan. No por protagonismo. Lo hacen porque no pueden no hacerlo.

Se ven sus nombres, sus rostros. Están en redes, en columnas, en actos. Son visibles. Pero su shlijut es invisible. Porque nadie los envió. Actúan desde una motivación interior. Desde el amor.

También en Israel hay shlijim secretos. Son voluntarios que acompañan a los olim. Que los abrazan, les enseñan hebreo, los reciben como hermanos. No fueron enviados por nadie. Pero sin ellos, Israel sería más frío, más solo, menos hogar.

Y están los olim que llegaron, lucharon y una vez establecidos, tendiendo la mano a los que vienen. Acompañan, explican, sostienen. También ellos son shlijim secretos. Porque devuelven lo que recibieron.

Durante la Shoá también hubo shlijim secretos. No por ideología. Por humanidad. Por compromiso con el otro. Por entender que ser judío es también cuidar a los demás. Y cuando ese compromiso se cruza con Israel, nace el sionismo interior. El que no grita. El que se vive.

Aunque no se conozcan entre sí, están unidos por Eretz Israel. Por una inspiración común. Uno desde la diáspora, otro desde Israel. Uno siembra, otro acompaña. Juntos, sin conocerse, forman un círculo sagrado.

Es una red silenciosa. Invisible pero poderosa. Un movimiento eterno del pueblo judío.

A todos esos shlijim sionistas secretos, visibles e invisibles, gracias. Ustedes sostienen el puente invisible entre la diáspora y el hogar. Entre el pasado y el futuro. Entre la esperanza y la realización.

Gracias por recordarnos que el sionismo más verdadero no siempre se grita: muchas veces, simplemente… se vive.

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