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Crómicas de Shabat

Marlene Manevich
Escrito por Marlene Manevich
Notiolei 690
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Las mejores ideas se me ocurren en la noche cuando tengo laa cabeza sobre la almohada disponiéndome a relajarme y tener un sueño (jalóm) placentero.
En una oportunidad, Reuven me regaló un lapicero (et) con luz (or) para que yo pudiera plasmar mis ideas en el papel en las noches oscuras de buena
imaginación. Fue un detalle muy especial que aprecié mucho, aunque el interés de él, además de apoyar mi creatividad, era que no lo despertara al prender la luz. Todas las historias tienen dos lados.
Gracias a ese regalazo, pude terminar el primer libro que publiqué, Historias Encontradas, porque en la noche se me ocurrían las mejores ideas y si esperaba a despertarme, ya se habían esfumado a través de los sueños.
Otro sitio privilegiado donde la mente logra dar rienda suelta a la creatividad es en la ducha. No sé si será el vapor, la humedad o la privacidad del baño, pero en la mitad de la enjabonada es un poco difícil escribir, así que hay que retener la idea, hasta que se apaga el agua y puede uno ponerse la toalla encima y ya seco, disponerse a escribir. Las ideas mojadas son excelentes, pero hay que secarlas para poderlas compartir.
En la noche se puede escribir con el lapicero con luz, pero desde la ducha, mientras caen las gotas de agua es una acción difícil de realizar.
Hoy en día con el celular es más fácil, pues hay teclado y luz en el teléfono, así que no se necesita papel, pero en los tiempos antiguos, en los que yo publiqué mi libro, el lapicero con luz era un modernismo y una novedad para la época. A estas alturas, ya resulta un artefacto obsoleto.
Tengo una prima que le gustaba cuando yo escribía en una libreta en los semáforos, mientras la luz estaba en rojo (adom), para que no se me escaparan las ideas. Este ha sido un hábito que me ha acompañado por años. Se me siguen ocurriendo ideas locas, sólo que con la tecnología, ya no necesito lapicero con luz para no interrumpirle el sueño a Reuven, ni tampoco libreta. Ahora sólo basta coger el celular y escribir un par de notas que me recuerdan la idea central que quiero desarrollar. Menos mal, porque a estas alturas ya no sé dónde lo puse y me tocaría prender la luz para buscarlo.

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